Cuando hacemos cosas sin pensar, a veces salen bien, pero lo más probable es que no, como cuando a Miguel Sebastián se le encendió la lucecita que le iluminó para repartir bombillas de bajo consumo a porrillo, una para cada hogar español, lo necesite o no. Si se lo hubiese pensado dos veces, como era su obligación de ministro, nos hubiésemos ahorrado 60 millones de euros, que es lo que cuesta la alegre decisión. Y por si fuese poco, Correos percibirá veintidós por distribuirlas. Habrá a quien le parezca una chorrada positiva (diez mil millones de pesetas, ojo), pero debe haber otras fórmulas para estimular el ahorro energético menos costosas. ¿Qué resuelve una bombilla? Nada. Si es para que el ciudadano las conozca, ya las conoce, y las acabará comprando si se le convence debidamente de las ventajas que supone utilizarlas. Es una prueba más de lo poco o nada que cuesta malgastar el dinero público. Será porque no es de nadie, como afirmó una inefable ministra.
(El Progreso, 31-12-08)
miércoles, 31 de diciembre de 2008
martes, 30 de diciembre de 2008
Los Ancares desde Lugo
Contrasentidos
Casi todo lo que se mueve
es un contrasentido.
Nuestras vivencias están
plagadas de contradicciones, que
casi nunca acabamos de entender.
No hace muchos días, Cáritas Diocesana
de Lugo facilitaba
la escalofriante estimación de
que el veinticinco por ciento de los
habitantes de la capital vive bajo
el umbral de la pobreza; es decir,
mal. Es uno de cada cuatro, y por
lo tanto no puede (no debe) pasar
desapercibido. Son cifras para una
reflexión seria, y ahora más por
culpa de la crisis que lo envuelve
todo. ¿Qué crisis? La pregunta se
la plantea mucha gente, estupefacta.
Los centros comerciales
están a rebosar, los restaurantes
y bares, llenos; el ambiente, en
general, es de bonanza. Las previsiones
para fin de año son las
mismas de siempre, con lo cual
la percepción es que la crisis pasa
de puntillas para la mayoría, pero
falta saber si no es un espejismo.
Algo no encaja en este extraño galimatías.
Lo malo es que cada cual
sabe lo suyo.
es un contrasentido.
Nuestras vivencias están
plagadas de contradicciones, que
casi nunca acabamos de entender.
No hace muchos días, Cáritas Diocesana
de Lugo facilitaba
la escalofriante estimación de
que el veinticinco por ciento de los
habitantes de la capital vive bajo
el umbral de la pobreza; es decir,
mal. Es uno de cada cuatro, y por
lo tanto no puede (no debe) pasar
desapercibido. Son cifras para una
reflexión seria, y ahora más por
culpa de la crisis que lo envuelve
todo. ¿Qué crisis? La pregunta se
la plantea mucha gente, estupefacta.
Los centros comerciales
están a rebosar, los restaurantes
y bares, llenos; el ambiente, en
general, es de bonanza. Las previsiones
para fin de año son las
mismas de siempre, con lo cual
la percepción es que la crisis pasa
de puntillas para la mayoría, pero
falta saber si no es un espejismo.
Algo no encaja en este extraño galimatías.
Lo malo es que cada cual
sabe lo suyo.
(El Progreso 29-12-08)