EL INTENTO de recuperar la Galiña de Mos toma carrerilla y parece una iniciativa interesante, siempre y cuando la cantidad no arruine la calidad. Uno, que es de Mos, sabe muy bien lo que costaba cebar un ‘pito’ para convertirlo en apetitoso capón. Era un no siempre recompensado esfuerzo artesanal, de ímprobo sacrificio y que a veces no acababa bien, porque algún ‘aspirante’ solía fenecer en el intento atragantándose con el bollo de maíz, empapado en vino, que casi nunca jamaba por su voluntad. No estoy muy al tanto del método que se utiliza hoy para el engorde, pero habrá derivado en algo más cómodo y rápido, aunque sospecho que con peores resultados que los obtenidos en los rústicos ‘capoeiros’. No está mal que vaya a comercializarse, siempre y cuando se respete la esencia del producto, no aventurándose a producir en serie sin tener en cuenta algunos principios, quizá rudimentarios, que garanticen la calidad ganada en muchos años. Pero de cualquier modo es positivo para que la raza autóctona no desaparezca.
(El Progreso, 23/1/10)
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