CLARO, los malos precedentes suelen jugar peores pasadas. Si Rodolfo Chikilicuatre, promovido por una cadena, representó a España en ese festival llamado de Eurovisión con la bendición de TVE, ¿por qué Karmele Marchante, candidata de otra privada, no está en su perfecto derecho de hacer el ridículo como lo hizo aquél? No sé si exagera el medio que la proponía al acusar a los de Prado del Rey de tener miedo a la democracia, una vez que la aspirante recibiese el respaldo de 127.000 votantes que, o por divertirse o carecer también (como la pretendiente) del sentido del ridículo, habían apostado por la bufonada, pero en cualquier caso no habría desmerecido un concurso cada vez más grotesco y macarrónico, al que contribuimos a mantener con dinero público, tan escaso para socorrer otras necesidades mucho menos esperpénticas. Y de un país con cuatro millones de parados, que aún tiene humor para avalar espectáculos tan desacreditados y en decadencia. Como bien dijo El Gallo, hay gente ‘pa tó’, pero ni eso lo justifica.
(El Progreso, 25/1/10)
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