SE abrió una puerta a la esperanza justo cuando comienza un férreo marcaje sobre Obama para ver si se cumple las expectativas abiertas tras su elección como presidente de los Estados Unidos. Él mismo ya previene sobre las decepciones, porque seguro que las habrá tras los desmelenados excesos de entusiasmo. Le asiste la ventaja de que es difícil empeorar la gestión de Bush, y el inconveniente de que no va a satisfacer todo cuanto de él se espera. Esta explosión de júbilo recuerda la irrupción de Jonh Fitzgerald Kennedy, quien sin embargo defraudaría a muchos de sus partidarios. Acabó gestando la entrada de su país en la guerra del Vietnam, la invasión de la Bahía de los Cochinos y la crisis de los misiles de Cuba, y su figura se mitificó porque lo asesinaron. De no ser así, figuraría en la nómina de los mediocres. Pero eran otros tiempos y Obama es, de momento, la esperanza para su país y para el mundo. Pero entre esperanza y decepción sólo existe una fina barrera.
(El Progreso,21-01-09)
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