ESTÁ por ver si el G-20 será o no la pócima mágica que remedie todos los males, que refunde el capitalismo, que borre del mapa los paraísos fiscales (¡ja, ja!) o que insufle fuelle a ZP para culminar la legislatura…, está por ver; lo que si parece más claro es que, al menos, sirvió para delimitar un antes y un después en las relaciones entre nobles y plebeyos, gracias a Michelle Obama, que ya empieza a caerme bien. Puede que no supiera (yo tampoco) que sobar a la reina de Inglaterra era pecado, pero su abrazo, intencionado o no, acorta distancias, da sentido a las relaciones humanas al excluir la extemporánea imposición protocolaria que prohíbe tocamientos a Isabel II, como si fuese un ser superior. Ella estará convencida de que sí, y por eso tiene mérito que alguien la apee del pedestal. Está el mundo como para aceptar afrentas anacrónicas, contrapuestas a la conquista de la igualdad, que no tiene por qué someterse a distingos medievales. Gracias, Michelle.
(El Progreso, 5/4/09)
No hay comentarios:
Publicar un comentario