miércoles, 10 de marzo de 2010
Tonterías
INCLUSO es posible que algunos políticos no tengan el reconocimiento debido por su trabajo, pero otros tampoco hacen nada por merecerlo, sino todo lo contrario: generan desconfianza. Generalizando, suele admitirse que entre la clase dirigente abunda la mediocridad, entre otras razones porque los que tienen valía y prestigio ganado prefieren dedicarse a sus quehaceres antes que perder su reputación, pues aunque no todos sean iguales, el vulgo los asocia. Es cierto que los políticos gozaban antaño de mayor reputación, y aunque hubiese los rifirrafes propios del oficio, estaban revestidos de ingenio y no de zafiedades. Pero ya se les miraba con recelo. A don Santiago Ramón y Cajal, como se sabe Nobel de Medicina en 1906, se le propuso el cargo de ministro de Instrucción Pública: “Mire usted, dijo el científico al que le tentó, tengo mucho trabajo en el laboratorio; apenas veo a mi familia y hace años que no piso un café. Como usted comprenderá, no me queda tiempo para tonterías”. Pues eso.
(El Progreso, 10/3/10)
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