jueves, 1 de abril de 2010

Golferías



QUIZA sea por nuestro instinto de maldad, que casi siempre nos aboca hacia lo peor, pero pese a los casos de corrupción que están en la mente de todos, y más en estos tiempos con el (los) de Baleares sobre el tapete, podría pensarse que la política en general es un refugio de depravados, y tampoco es así. Pero sí es verdad, como bien apuntó Luis del Val en este periódico, que los únicos partidos o dirigentes que no arriesgan son aquellos que no tienen la opción de merodear por donde está la caja; algunos de los restantes, tarde o temprano, acaban metiendo la mano. Sin embargo la consideración más importante es preguntarse por qué los que tienen oportunidad de hacerlo son capaces de burlar todos los controles de sus propios partidos, del Estado, de los tribunales de cuentas, de las autonomías, municipios y demás. Aquí parece que nadie otea nada, lo cual significa que no sólo hace la vista gorda sino que, por acción u omisión, se protegen las golferías. Complicidades que rara vez se asumen.

(El Progreso, 1/4/10)

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