La bien merecida derrota de España ante Suiza, más que un fracaso del fútbol español, que también, es una necesaria cura de humildad para arremeter contra tanta euforia, y no me refiero precisamente a la de los jugadores ni a la del seleccionador, sino a la insuflada por los medios de comunicación, que antes de empezar el Mundial ya daban como ganador al equipo nacional.
Nos ahogamos en euforia. Hasta que llegó el gol, los comentaristas de la cadena que retransmitió el partido, incluido el ex seleccionador José Antonio Camacho, se cansaron de subestimar al equipo suizo, pero éste puso las cosas en su sitio marcando el gol que nadie esperaba, pero que refleja lo que ha sido el partido, porque la defensa española tuvo problemas para controlar los contraatques del rival, y los delanteros, pese al dominio, no dieron una en el clavo. Ocasiones claras sólo hubo la que se estrelló el travesaño, pero ellos también mandaron otro balón al poste.
Aún puede enderezarse la situación, pero intuyo que el equipo español va a tener bastantes más problemas de los previstos, porque los partidos hay que ganarlos con trabajo y humildad y no con soberbia. Por eso la derrota supone una lección que, al menos, rebajará los humos de quienes creían que todo era liso y llano.
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