PUEDE que alimentasen precedentes poco afortunados, como cuando las ministras del primer Gobierno de ZP coparon la portada de Vogue exhibiendo sus trapitos, pero aun así (por muy ‘mujeres cuota’ que sean) no parece de buen gusto cómo trata un diario alemán a las que ahora califica de “muñequitas de Zapatero”, que describe como “un concurso de vanidades preocupadas fundamentalmente de su aspecto”; críticas que por extensión alcanza al Ejecutivo en general por transformar su guardarropa, desapareciendo las camisas de colores, patillas y cazadoras de piel. Se supone que las ministras visten como les venga en gana, siempre y cuando guarden las formas asociadas al cargo. Otra cosa sería si al ropero se le enmascarase de instrumento de trabajo, con cargo a los presupuestos del Estado. Imagínense la escandalera. Pero, en principio, se intuye una admonición fruslera cargada de zafiedad y nada seria, como si no hubiese motivos mucho más justificados para criticar su gestión. Miles.
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