Siendo como somos sufridores forzosos, más que cooperadores necesarios, de la inevitable batalla electoral, podría ser menos deprimente si la asfixiante campaña transcurriese por cauces tendentes a mejorar, dentro del estrecho margen que deja la realidad, los gobiernos municipales y autonómicos, y no en acentuar y pervertir aún más la batalla política proyectada con inaceptable descaro hacia las generales que ya vienen. A los líderes máximos, a unos y a otros, parece importarles un comino que la mayoría de los ayuntamientos estén tocando fondo, más cerca de la bancarrota que de ser instituciones viables y útiles; y si fingen interesarse por las autonomías, es igualmente en clave monclovita, con lo cual los problemas próximos al ciudadano son soslayados y desdibujados hasta límites rayanos al bochorno. Como bochorno es, e insulto a la inteligencia, que el presidente del Gobierno culpe, tras siete años para olvidar, a su antecesor de los males que él mismo generó por negligencia e incompetencia.
Cristóbal Montoro se da de baja del PP tras su imputación por cambiar leyes
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