Fue como quien dice ayer y llevamos un año sin (malos) humos. La polémica prohibición de no poder fumar en locales públicos fue menos traumática de lo previsto a juzgar por las reacciones conocidas doce meses después. Hubo hosteleros que preveían el fin de sus negocios, y ahora, según sondeo, son los primeros en celebrar la veda: sus locales son más higiénicos y no perdieron clientela. El saldo de seiscientos mil adictos que prescindieron del tabaco sólo perjudica a los estancos, que dejaron de vender millones de cajetillas, pero se compensa con creces si, como dicen los médicos, los ingresos por infartos agudos se redujeron el diez por ciento. Es decir, que no se resquebrajó ninguna estructura, pero aún así falta terreno por conquistar: el veinticinco por ciento de los españoles siguen fumando cuando le media europea no pasa del quince. Pero por tener también tiene su lado malo, al menos en Lugo: la ciudad se convirtió en un asqueroso colillero; sólo hay que ver (mejor mirar hacia otro lado) las aceras frente a los bares. Una guarrada.
No te falta razón, pero es preferible aguantar las colillas que los malos humos. Saludos
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