La muerte de Antonio Mingote supone, sin duda, una pérdida irreparable. Siempre se dijo que su humor, expresado a diario en las viñetas del diario ABC, eran mucho más profundo a la hora de analizar la actualidad que los serios análisis editoriales de cualquier periódico. Su honesta trayectoria deja una huella imborrable en la historia de España de los últimos sesenta o setenta años, en los que se ganó el respeto y la admiración de miles de lectores que lo seguían a diario, y fue también referente para otros muchos humoristas. Era, ni que decir tiene, un intelectual de reconocido prestigio, como miembro que era de la Real Academia Española de la Lengua; un hombre sensato que sin extralimiar su estilo supo ser certero y agudo en sus críticas, al margen de sectarismo y fanatismos que guiaron a otros. Descanse en paz el maestro, al que sin duda echaremos mucho de menos.
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