sábado, 29 de septiembre de 2012

Insuficiente rigor penal para castigar a los agitadores profesionales

Los supuestos excesos policiales en la protesta en torno al Parlamento acapararon toda la atención, más que la convocatoria en sí y por encima de la actuación de los grupos violentos que se sumaron y los instigaron, como pretendían. Por enésima vez los agitadores profesionales, vividores de disturbios y broncas, desvirtuaron el verdadero sentido de la invocación, derivándola hacia posiciones extremistas alejadas de los fines marcados, como suelen hacer cada vez que se presenta la ocasión, sin que les importe para nada la finalidad. Todo vale. Lo peor es que sus desenfrenos nunca son lo suficientemente considerados a la hora de exigir responsabilidades, cuando debería de aplicarse el castigo con el máximo rigor permitido. Si no se modificó ya, se cambiará la ley de seguridad ciudadana que contempla fuertes sanciones (entre tres mil y treinta mil euros) para encapuchados que al amparo del disfraz se inmiscuyan en aglomeraciones dispuestos a alterar el orden.

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