Ya se sabe que los buenos deseos no siempre acaban siendo realidad, solo que bien aderezados de utopía permiten soñar. Algo es algo, para no resolver nada. Termina el año, empieza otro y todo seguirá más o menos igual de mal, sino peor, salvo que cambiamos de calendario. Los problemas de hoy lo serán también mañana porque el soporte es el mismo y nada se arregla de un plumazo ni fruto de un plácido sueño. Y ese es el problema. Cuando una cosa se deteriora casi siempre es preferible reemplazarla por otra antes que repararla. Otro tanto se puede decir de los gestores que gobiernan el mundo: se eternizan en sus cargos, reinciden en sus promesas, se resisten a perder sus privilegios, aburren a las ovejas… para que nada cambie. Haría falta savia nueva, energías renovadas para lapidar la rutina que impide avanzar hacia horizontes desprovistos de lacras y perversiones. Borrarlo todo y volver a empezar, sería una solución, pero es también una entelequia. Estamos en lo mismo.
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