Siempre fue un político atípico, pero con la sensación de hombre honesto.
Gerardo Iglesias salió de la mina y volvió al tajo del carbón, como picador, tras
ejercer como secretario general del Partido Comunista, relevando a Carrillo y
cediendo el testigo a Anguita. Fue también destacado dirigente sindical de
CC.OO. Está retirado de la vida la política y de la vida pública, pero hizo una
fugaz aparición en un programa televisivo, donde constató que lo había pasado
muy mal tras cesar en su cargo. Por un deficitario promedio de producción,
debido a su paréntesis laboral, su jornal era inferior al de la mayoría de sus
compañeros de galería, y dio a entender que ahora mismo no nada en la
abundancia, pues tampoco percibe ningún subsidio derivado de la política, de la
que, jura, nunca se aprovechó. Y no deja de ser curioso: confiesa que suelen sermonearle
por 'tonto', por no haber sabido aprovecharse de su posición privilegiada, como
suele ser lo habitual, lo cual solo evidencia que la corrupción adquirió carta
de naturaleza entre la ciudadanía, que acaba considerándola como una mala práctica
consentida.
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