Políticos que prefieren prohibir la mendicidad que eliminar la pobreza
Más por estética que por lástima o compasión, los políticos no son
partidarios de la presencia de mendigos en las calles, y por eso algunos mandamases
no dudarían en firmar su exclusión si no fuese por el efecto que para su imagen
conllevaría hacerlo. No parece importarle sin embargo al gobierno noruego,
conservador/populista, que ultima la prohibición de la mendicidad en todo el
país, con multas e incluso penas de cárcel para quienes se resistan a la ley
que entrará en vigor en los próximos meses. No es una medida fácil de cumplir;
la hambruna no se elimina por decreto ni con tanques en las calles, sí
proporcionando alternativas y opciones de reintegración laboral y humana a los
indigentes para que la necesidad no les obligue a recurrir a la bondad del
prójimo. Su siempre incómoda situación nunca es caprichosa. Y mano dura no es precisamente
el maná que alimente a quienes carecen de recursos para subsistir. La presencia
de menesterosos en las calles ha de servir para despertar la conciencia de
quienes tienen el deber de ayudarlos y no lo hacen, y no para fumigarlos.
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