lunes, 26 de octubre de 2015

Los partidos emergentes que iban a borrar la casta generaron otra nueva



Regenerar la democracia (buena falta hace) consiste (o consistía) según los autoproclamados renovadores en enterrar la casta tan fuertemente arraigada en la clase política dominante. Se supone que no lo han conseguido ni lo conseguirán, pero su preocupación es ahora otra: generar una nueva caspa, la suya desde el enchufismo, la que se traduce en 'quítate tú para ponerme yo'. Y si algo cambia se barrunta que para peor, acumulando privilegios con mayor voracidad y velocidad si cabe que la de sus predecesores, quizá pensando en que el tiempo no juega en su favor y hay que atarse los machos. De lo contrario no se explica esa frenesí dedocrático por cobijar a parientes, camaradas y amigos en puestos relevantes dentro de su organigrama, sin opciones para nadie más. Es decir, una democracia enmascarada y escorada hacia sus lucros. ¿Qué lo hacía la vieja casta? Sí, pero su proclama era barrer el patio, y nunca advirtieron ni insinuaron que la radicalidad de sus discursos se reconvertiría aplicando el mismo brebaje corrupto. Es decir, que el cambio no es más que una espejismo desilusionante.