viernes, 20 de marzo de 2009

Cuando un amigo se va

CONFIESO que nunca escribí nada con el abatimiento que ahora me embarga. Son tantos los recuerdos, los buenos recuerdos, que los sentimientos se bloquean para expresar con coherencia lo que uno siente. Todavía no me creo que José Alonso no esté entre nosotros, pero la realidad me desmiente. Claro que no por ello va a privarme de sentirlo cerca, como cuando saboreábamos nuestra duradera y profunda amistad. Hemos compartido muchas horas, de trabajo, con nuestras familias, en nuestros viajes…, tanto que su presencia perdurará viva en mí. Me siento, incluso, responsable de que se alejase de la docencia para dedicarse a la profesión que tanto amó, porque tuve el privilegio de empujarle a que me relevase en el sitio que yo dejaba en un medio de comunicación para irme a otro, a El Progreso, en el que después también recalaría para culminar juntos nuestra trayectoria. Parodiando a Alberto Cortez, cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.

(El Progreso, 20/3/09)

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