TENGO la sensación de que el reestructurado Gobierno intentó seducirnos con la cínica renuncia a las vacaciones de Semana Santa, bajo pretexto de reconducir la crisis, como si esa no fuese su obligación moral y ética. Si el laicismo es su santo y seña, antes que cualquier aproximación religiosa ha de prevalecer un aconfesional deber que evite confusiones. Sería incongruente que ostentando su condición civil, como parece ser la posición más lógica y aceptada, aprovechase una conmemoración católica en beneficio personal, salvo que algunas prebendas se desempolven cuando convenga, que es al fin y al cabo lo que hacen otros piadosos ‘renegados’, que tanto revientan una procesión, si hace falta, como se cobijan bajo palio, si es preciso, dependiendo del fervor de cada momento. Por cierto, me gustaría saber cómo vivieron estos días de Pasión los promotores del ‘Dios no existe’, que igual aparcaron, oiga, el autobús para mayor recogimiento.
(El Progreso, 12/4/09)
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