POR MUCHO que duela a los interesados, lo cierto es que muchos concellos gallegos no tienen razón de existir. Es anacrónico que seis de cada diez no lleguen a los cinco mil habitantes, y más lo es aún que, de ellos, casi la mitad no reúnan los dos mil (triplicados en número durante las dos últimas décadas), porque carecen de operatividad hacia el ciudadano, partiendo de que casi todo su presupuesto se agota en pagar al personal y en satisfacer gastos corrientes. Es significativo que desde hace 42 años no desapareciese ninguno y hubiese sin embargo tres segregaciones, entre ellas la de Burela. Es verdad que a veces es preferible ser cabeza de ratón que cola de león, pero, lejos de sentimentalismos y por razones de funcionalidad, urge la reforma en gestación para acometer fusiones, aunque ello requiera dolorosos y difíciles pactos. No puede ser que todavía queden 93, de los 315, que concentren menos del cinco por ciento de la población. El buen sentido pide modificaciones.
(El Progreso, 23/6/09)
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