NO TEMA al cobrador del frac, ni a los inspectores (casi siempre falsos) del gas. Si alguien llama a su puerta, con el volumen elevado de la cadena musical o de la tele, lo más probable es que sea un interventor de la SGAE que viene a reclamarle el canon. Pero surgió un problema que alimenta la confusión: el voraz afán recaudatorio de la sociedad de autores despertó el no menos ávido instinto de los timadores, quienes en plena vorágine están dispuestos a sacar tajada en el río revuelto del desenfreno. Que se sepa, ya afloró el primer cobrador ful con pretensiones de suplantar a uno auténtico de los de Teddy Bautista, y fue en Baracaldo. Irrumpió en una fiesta privada exigiendo el pago de la tasa por la melodía que sonaba. Los del jolgorio le dijeron que si quieres arroz Catalina y el fallido timador, no conforme, advirtió que volvería a por el botín. No lo hizo, pero la nueva figura agua la labor de los verdaderos, ya con dificultades; más de uno se llevó la sorpresa de ser correspondido con billetes falsos. Así está el patio.
(El Progreso, 8/2/10)
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