SUELE decirse que sólo la muerte es capaz de equiparar a las personas, aunque siempre sea un reconocimiento tardío, pero aun así no todos los muertos son iguales. Que se lo pregunten a los franceses. Eta tuvo que matar (hecho muy lamentable) a un gendarme galo para que no pocos de nuestros vecinos la consideren banda terrorista y no grupo separatista de liberación. La cifra de víctimas se aproxima en España al millar. Cuarenta años para reflexionar, y en este tiempo Francia dio cobijo, de un modo u otro, a los criminales, a los que no siempre persiguió con amor propio, ni condenó los atentados de manera explícita. Dice ahora Sarkozy, por una víctima que le quema, que su país no será la retaguardia de Eta. Hombre, pues su país bien pudo tomar antes esa determinación y se habrían salvado muchas vidas, oiga. Y no es sólo es Francia, pues hay otros varios santuarios (amigos) que apoyan a esta gentuza, o en el mejor de los casos hacen la vista gorda; aún los consideran luchadores por la libertad.
(El Progreso, 20/3/10)
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