Visto ya para sentencia, sólo cabe esperar que el Supremo condene o absuelva a Garzón por su presunta prevaricación, no por investigar a corruptos sino por cómo los investigó, que no es lo mismo. Las opiniones previas, a favor o en contra, tratando de mediar en el veredicto, hay que interpretarlas según el grado de simpatía o animadversión de los opinantes; se supone que los juzgadores no lo tendrán en cuenta. Lo dicho por la señora Bardem, el señor Llamazares y algunos otros, se entiende porque no difiere de su conducta habitual en defensa de intereses particulares o partidistas, pero no así lo expresado por la señora Chacón, que pretende ser la secretaria general del socialismo y, por ende, aspirante también a presidir el Gobierno. ¿Cómo es posible incurrir en la frivolidad de afirmar que algo está mal cuando se juzga a un juez que luchó contra la corrupción? Si lo hizo fue cumpliendo con su deber, pero Garzón es un ciudadano más, con igual responsabilidad. ¿O hay que compensarle por virtudes pasadas? La Justicia no admite trueques.
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