Con su
asalto al furgón, El Dioni sentó un precedente que, aunque había antecedentes, contribuyó
a perfeccionar la escuela: casi todos amigos de los ajeno consiguen no devolver
lo sisado. En el peor de los casos, los grandes desfalcadores pasan de puntilla
por el trullo sin soltar la pasta afanada, que debería ser en todos los casos el
fin primordial perseguido. No es mi intención comparar nada, pero ahora están
en candelero las imputaciones a banqueros; y se habla también de crear
comisiones de investigación para saber lo que pasó, como si las comisiones
sirviesen para algo más que aparentar. Es decir, mucha bulla y ninguna
esperanza de que el dinero esfumado como por arte de birlibirloque sea devuelto
a la caja. ¿De qué serviría enchironar a los posibles culpables, cosa por otro
lado poco probable? De nada, porque de lo que se trata es de recuperar el
botín, y seguro que está a buen recaudo, fuera de cualquier posibilidad de reversión.
De lo que podemos estar seguros es que el dinero desaparecido no se evaporó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario