Lo mismo que el agua cuando la bendicen, algo debe de tener Manuel Chaves, diecinueve años presidente Andalucía, que no tienen (a Dios gracias) otros políticos para aguantar el tirón. Se explica tras su última comparecencia sobre los eres fraudulentos cocinados durante su mandato, con aderezos colaterales de su sustituto Griñán. Su imperturbable ceguera le permitió afirmar, sin inmutarse, que de las corruptelas de su gabinete tuvo conocimiento por la prensa. Sin sonrojos y con aspecto de hombre distraído admitió ignorar que sus subordinados metían la mano en la caja. Debe ser porque tuvo maestros como Felipe González, que se enteró de los GAL cuando enchironaron a su ministro Barrionuevo por organizar la guerra sucia contra ETA. Por extraño que parezca no es el único caso palmario de cinismo. ¿Cuesta tanto entender que si el jefe no se entera de los chanchullos de sus subalternos, teniéndolos al lado, no sirve para mandar? ¿Y que si lo sabe y no lo denuncia, tampoco?
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