ASUMO mi condición de masoquista por soportar en la noche del sábado otro bodrio en una cadena de televisión en torno a la denostada Violeta Santander, la novia de Antonio Puerta, agresor (presunto) del profesor Neira. El bochorno culminó en una gresca que sólo cabe en la telebasura más ramplona. Fue presentada como la mujer “más odiada de España” por un moderador predispuesto (otra vez) a triturarla, con la complicidad de sus colaboradores, aunque varios acabasen por mudar su criterio, como si no tuviese derecho, con razón o sin ella, a no machacar a su novio. Hasta ahora ningún juez la imputó por no hacerlo, pero el aleccionado público del plató no cesó de increparla porque osó defenderse de la jauría. Uno llegó a sentir vergüenza ajena por los insultos de Jimmy o por cómo el ínclito Peñafiel cree razonable que se le lapide y se expulse España, de fallecer Neira, que, ¡oh casualidad!, acaba de sumarse al circo mediático insultándola: “cucaracha”. ¡Qué tropa, señor!
(El Progreso, 16/3/09)
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