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Es un honor para mi el que visites mi página y espero que descubras algo que pueda interesarte. Además de reproducir los breves artículos de opinión que en días alternos publico en el diario El Progreso de Lugo, sobre variados temas del día a día, también procuro insertar pinceladas de actualidad, de contenido histórico (no al uso) o costumbrista para hacer más amenos los textos, viajes..., aparte de incluir algunos enlaces que pueden ser útiles en determinados momentos. También os invito a seguirme. Un saludo cordial desde la romana y amurallada ciudad de Lugo, la Lucus Augusti, en España.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La travesura que Serrano Súñer perdonó a Álvaro Cunqueiro


Estatua de Álvaro Cunqueiro en su Mondoñedo natal
Cosas de Cunqueiro, dirán quienes le conocieron y aun los que disfrutamos de su prosa, sin que la anécdota que sigue desmerezca un ápice el aprecio literario hacia el genial escritor mindoniense, ahora que se celebra el centenario de su nacimiento en la ciudad lucense de Mondoñedo. Álvaro Cunqueiro, premio Nadal en 1969 con 'El hombre que se parecía a Orestes', fue sin duda uno de los grandes prosistas del siglo XX y, sin duda, el más grande fabulador de la narrativa española. 
Concluida la guerra civil, el autor de  'Merlín y familia', uno de sus libros más conocidos, se incorporó como redactor de ABC y al diario acudió Serrano Súñer en busca de alguien que hablase alemán, que le permitiese traducir con soltura al jefe de la Gestapo, Himmler, que venía a Madrid. Álvaro Cunqueiro se ofreció sin reparos, alardeando de su dominio. Recibió como adelanto 50.000 pesetas, mucho dinero para la época. 
El caso es que llegó el jefazo y el intérprete no fue a la cita, arrepentido quizá por su osadía de presumir de lo que ignoraba, obligando a Serrano, indignado, a cursar una orden de búsqueda por todo el territorio nacional, que dio su fruto horas después. 
Cunqueiro, que también fue periodista, poeta y reconocido gastrónomo, fue localizado en una casa de dudosa reputación de su Mondoñedo natal, cuando sólo le quedaban unos duros. El 'cuñadísimo' lo tomó con resignación y buen humor y no adoptó ninguna represalia por la travesura.

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