DEBE de haber alguna otra razón que no consigo adivinar. Quizá por eso no acabo de entender a los hosteleros que prevén pérdidas de hasta 30.000 millones de euros al año por el endurecimiento de la Ley Antitabaco. Si lo dicen por los fumadores que, debido a eso, podrían renunciar a entrar en sus establecimientos, es una estupidez que no se sostiene. Si se prohíbe fumar en todos los locales cerrados, esos clientes, por muy enganchadas que estén, si quieren ir a un bar o a un restaurante, no les quedará otro remedio, y es lo que harán, porque no tendrán otra opción y porque sigue habiendo vida más allá del humo. No es, pues, argumento para que la prohibición no culmine, que ya va siendo hora. Quienes se quejan de haber invertido para adecuar sus locales con reservados para fumadores, la verdad es que nadie les obligó a hacerlo. Es por lo tanto un argumento sin peso, pero sí es verdad que habría sido innecesario de no andar aplicarse paños calientes cuando se aprobó el engendro de la ley que toca a su fin.
(El Progreso, 27/12/09)
(El Progreso, 27/12/09)