Lujos controlados

POR razones obvias, la esencia de lo bueno es más improbable que florezca que el tufo de lo malo, con más amplia proyección entre la clase política, donde suelen defenderse postulados personales o de partido que no son siempre los que más convienen a la ciudadanía. Por eso es inimaginable que algunos políticos renuncien al lujo en el que se instalaron, en vez de copiar lo que hace el Kremlin, por extraño que parezca, al prohibir a altos funcionarios y miembros del gobierno, además de otras suntuosidades, descansar en balnearios para no irritar a la población en tiempos de crisis y evitar su implicación en escándalos. Es evidente que aquí con las aguas termales no se corren esos peligros, porque existen otros privilegios y excesos mucho más apetitosos, pero el espíritu de la intención podría servir para enmendar boatos que tanto se prodigan y sobre los que críticas no surten efecto disuasorio alguno. Es más, acostumbran a tomarse como estímulo para el desenfreno.

(El Progreso, 22/2/09)