Es la pregunta preelectoral que siempre se plantea. ¿Sirven de mucho (de algo) las pomposas campañas? ¿Contribuyen a variar la intención del sufragio o apenas inciden en la voluntad del votante? En cualquier caso, detrás de la duda se oculta un gran derroche que sería preferible evitar; el dinero de los partidos de algún sitio sale y mejor estaría invertirlo en algo provechoso. La que empieza esta medianoche se inicia con el sello de que todo el pescado está vendido, a juzgar por los sondeos, que pueden variar pero probablemente no en cuanto al resultado final. Si al ciudadano se le informa previamente del contenido de los programas, ¿para qué insistir en más de lo mismo? Lo único que se hace es aburrir con insultos y descalificaciones, molestar a los electores, que tiene a su disposición otros soportes mediáticos más asequibles a sus entendederas que los mítines, pancartas y bullas callejeras. La conclusión personal es que las cruzadas electorales son desproporcionadas en el coste para lo que son capaces de aportar al potencial votante.
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1 comentario:
Sí, sirven para tenernos entretenidos y para que pensemos que hacen algo. ¡Qué asco!
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