SI NO ESTÁ en el guión de una paz social ‘concertada’, bien pudiera ser una estrategia para forzar la máquina a fin de redoblar beneficios, pero en cualquier caso no se entiende muy bien que los sindicatos, ausentes cuando no deberían (y miren que hubo motivos), carguen ahora contra el Gobierno por adoptar la reforma de pensiones, medida tan impopular como necesaria; tarde o temprano habría que hacerlo. No obstante, la rabieta, sea o no escenificada, no consigue borrar la sospecha de contubernio entre el Ejecutivo y los representantes sociales, lo cual justificaría, como ayer publicó un periódico madrileño, que las ayudas a CC.OO. y UGT se incrementaron un cincuenta por ciento desde que mandan los socialistas. Se multiplicaron por cuatro en los últimos cinco años, con el agravio de que otros sindicatos minoritarios no recibieron ni por asomo el mismo trato, conscientes de que sus reivindicaciones no alterarían la conflictividad laboral, inexistente para las dos grandes centrales.
(El Progreso, 2/2/10)
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