PAPÁ, ven en tren… El desgastado eslogan ideado para que los ciudadanos se espoleasen a hacer uso del ferrocarril, deplorable por incómodo y tercermundista, acaba de recobrar vigencia. Otra improvisada y rara ocurrencia del Gobierno lo rescata ofreciendo un mísero descuento del cinco por ciento en el billete, esta vez para fomentar el ahorro energético en carretera. Un pretexto que, según creo, ni tan siquiera nos afecta de lleno a quienes vivimos en Lugo o en otras ciudades periféricas, porque si es para trenes de cercanías y media distancia, ¿engloba, por ejemplo, los Lugo-Madrid o Lugo-Barcelona ?
Intuyo que no, pero en cualquier caso las penalidades de entonces siguen siendo las de ahora, que los gobernantes no enmendaron en estos años; el trayecto dura más o menos lo mismo que antaño. O casi. Así que con la limitación de 110 a la hora, habrá que eternizarse en la autovía, contribuyendo de este modo al fin esencial inconfesable: recaudar más por los excesos. Habrá muchas multas, que es de lo que se trata; ahorrar es lo de menos. Y tampoco se ahorrará, según oigo decir a varios expertos, porque más que de la velocidad depende del conductor y del vehículo. A ver qué queda cuando paguemos los cambios de señalización, aunque sean pegatinas. Por cierto, como bien se pregunta hoy en diario El Progreso un compañero mío (Miguel Olarte), qué pasa si alguien arranca una o muchas pegatinas y quedan a la vista las limitaciones antiguas. ¿Se podrá multar o no a los infractores? Según la señalización, no burlaban la norma. En fin, dimes y diretes, pero lo cierto es que se trata de una ocurrencia con escaso sentido y, sobre todo, muy antipopular, porque el ahorro tiene que venir de otro sitio, y los políticos lo saben muy bien, porque en algunos casos son privilegios a los que todavía no renunciaron.
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