Por raro que parezca, este país no oculta sus tildes bananeros, pinceladas que le alejan de lo que define a una democracia, burlándose leyes garantes de su estabilidad. En el madrileño barrio de Lavapiés, la Policía se pliega ante el populacho que impide un arresto. La Justicia también se arruga y cede a las protestas por algunos desahucios, incumpliendo autos que previamente había dictado, se supone que ajustados a derecho. En el primer caso, lo lógico es que hubiese algún motivo para la detención o identificación, y por esta regla de tres, cada cual puede hacer lo que le plazca si le respaldan exabruptos callejeros. En el segundo, siendo doloroso para el infeliz desalojado del que fue su hogar en arriendo o hipotecado, hay establecidas unas pautas que han de cumplirse; también es penoso para el dueño del inmueble el no percibir lo estipulado en el contrato, amparado por la legalidad. Lo más probable es que también lo necesite para subsistir. No son, pues, efectos garantistas, son impunes y demagógicas praxis delictivas.
España se queda sin venganza y se despide en cuartos de final
-
Inglaterra volvió a ser la pesadilla de Santi Denia y echó a la Rojita con
un partido serio Leer
Hace 49 minutos
1 comentario:
Mejor no hacer comentarios en el caso de la detención frustrada. En el tema de los desahucios, los altruistas defensores de causas perdidas, debieran mejor rascarse el bolsillo y ayudar a que el dueño del piso cobrara lo que le deben. ¡Ay, eso de soltar la pasta...!
Publicar un comentario