No todo el mundo es partidario de la limitación a 30 kilómetros para circular por las ciudades en calles de vía única o de un solo carril en cada sentido, como propone el Gobierno, pero sospecho que la mayoría, cuando no lo aplaude, lo asume. Además, en lo sustancial y en la práctica poco va a cambiar respecto a lo vigente en la mayoría de las poblaciones, en las que en muchas de sus vías ya no es posible ir a una mayor velocidad por razones obvias. Pero si la norma tiene como finalidad principal evitar atropellos, que es importante, gravará por otro lado el consumo de carburante por el uso de marchas cortas, muy a tener en cuenta en situaciones como la actual, además de ocasionar más atascos, lo que hará insoportable moverse con el coche.
Otro pretexto es el de disminuir la polución, y eso sí alimenta aún más la discordia. Hay entendidos que sostienen que a velocidad reducida se contamina menos, pero hay otros muchos que proclaman todo lo contrario, y no parece que estén descaminados. Pero si por lo menos se consigue disuadir a muchos automovilistas para que dejen el coche en casa, algo se habrá ganado. Claro que para ello es preciso que funcione como es debido el transporte público, que no es el caso en la mayoría de las urbes.
En cualquier caso, bien sea por lo uno o por lo otro, se intuye una vez más ansia recaudatoria: habrá incorregibles que pagarán por su impaciencia. Por cierto, ¿queda algo por prohibir?
2 comentarios:
No sé, Manuel. Lo cierto es que es necesario evitar tanto accidente, tantas muertes, por tanto es mejor un poco de más polución y menos velocidad, más sensatez y menos locura; lo ideal sería buenos servicios públicos en la ciudad y dejar los coches aparcados. Seguramente la educación vial sería otra alternativa, pero para el hecho educativo hay que esperar demasiado tiempo.
Sí que por prohibir, PROHIBIR. Pero a este paso hasta eso, aunque lo dudo.
Veremos y estas medidas son efectivas.
Saludos
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