Óscar Sánchez, a su llegada a Barcelona tras su pesadilla italiana |
La pesadilla vivida por el lavacoches catalán en una cárcel napolitana, tan increíble como espeluznante, debiera ser suficiente para que de una vez se valoren y consideren en serio los errores judiciales, que no suele ocurrir. Fue en Italia, pero son casos intolerables que con frecuencia afloran en todo el mundo, haciendo pagar a inocentes iniquidades de delincuentes, casi siempre por indagaciones inciertas marcadas por la negligencia de policías o jueces. En este caso concreto, ¿cómo puede ser posible que la confusión se prolongase 626 días? Descubrir que Óscar Sánchez no era el narco y el mafioso atribuido no debía ser tan complejo. Y se suma además la agravante de torturas y ultrajes que recibió durante su encierro, infligidos por depravados inquilinos del penal. Un cúmulo de despropósitos que alguien deberá asumir y pagar, pero tal posibilidad suele ser endeble en situaciones similares. Los responsables casi nunca pagan el error, como si los lapsus fuesen un eslabón más de los que conforman los competencias o el salario. Y no es así.
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