A ver, en qué quedamos: la Guardia Civil no reconoce la figura de sus confidentes, y sin embargo un general auditor del Cuerpo afirma que son "una necesidad", del mismo modo "que se acepta el estiércol para el abono del campo". De la analogía se deduce que es permisible cometer un delito para intentar dilucidar otro. No ha de ocultarse, claro, que siempre hubo confidentes, en su mayoría maleantes muy engarzados en las madrigueras y hampas de la trasgresión y del crimen, soplones y recaderos que suelen recibir, además de exención para sus extravíos, compensaciones provenientes de los llamados fondos reservados y otras oscuras procedencias. Pero la perversión en aras de la eficacia no parece, y más en este momento, el método más apropiado y decente para fertilizar el fruto de las investigaciones. Con las técnicas tan avanzadas que se aplican para resolver con éxito casos que parecen irresolubles, no debiera ser necesarios recurrir aún a métodos tan ordinarios y subrepticios, que en cualquier caso se financian con fondos públicos, ahora tan precarios.
Hago este comentario después de que la Dirección General de la Guardia Civil negase a facilitar datos sobre confidentes y fondos reservados a la juez que instruye el 'caso Carioca', en Lugo, relacionado con una red de prostitución y de amplia repercusión, hasta el punto de mantener conexione, por parte de algunos de los imputados, con la 'operación Campeón', en el que se halla implicado el ex ministro José Blanco. La respuesta fue la anotada: la Guardia Civil no reconoce a confidentes, pero admite que son necesarios. ¡¡Muy claro!!
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