Son gestos no
suficientes, guiños que consiguen el efecto de acentuar el cabreo de los
ciudadanos, revelando que no hay voluntad allanar diferencias entre los
privilegios retributivos de los políticos y el resto de los mortales. Que los
altos cargos, ministros, diputados, senadores, presidentes de comunidades, conselleiros,
parlamentarios autonómicos, alcaldes y toda la casta se rebajen los sueldos el
seis o el siete por ciento (en Francia, el treinta) no es ejemplarizante en
devengos de entre sesenta y ciento cincuenta mil euros, arriba o abajo. ¿Les
supone algún quebranto económico? No como el que afecta al funcionario mileurista,
y peor si no alcanza a serlo, que primero le rebanan el salario y después le
suprimen la extra navideña. La solución no puede ser otra: acortar haberes equiparándolos
a los de los demás asalariados, sin ninguna distinción. ¿Cómo es posible que
alcaldes, incluso de municipios arruinados, o jerifaltes autonómicos, superasen
en retribución al presidente del Gobierno? ¿O que a un diputado raso se le
retribuya con seis mil euros mensuales?
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Hace 29 minutos
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