Cada vez que surge
un desastre, los políticos, ejercitando la autoridad que representan, se dan
codazos y pierden los pantalones para salir en la foto sobre los rescoldos de
la catástrofe, con compromisos y soluciones quiméricas. Conseguido el
propósito, nada más perder de vista el escenario de la calamidad, lo único que
no se evapora es el efecto de la propaganda. Hace un año del terrible terremoto
de Lorca, que dejó sin hogar a miles de personas, y por increíble que parezca,
muchas de ellas ni pudieron regresar a sus casas, porque continúan selladas, ni
se les facilitaron soluciones. Quienes tienen coche lo utilizan como vivienda, y
si no, para eso está el cielo raso. Por lo que sea, los técnicos municipales no
decidieron si van a ser derribadas o reparadas; sólo tuvieron tiempo para administrar
incertidumbre y cabreo entre los perjudicados, muchos de los cuales rasgaron
los precintos para volver a lo que queda de sus moradas, sin agua corriente,
sin luz…, sin más aliciente que el de sortear la miseria. Los políticos no volvieron,
y si lo hacen será con fotógrafo detrás.
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