Productor y
consumidor, dos extremos que pagan el pato de la incongruencia, del esfuerzo y
del abuso. Todos los beneficios se aúnan y diversifican a la vez entre
mediadores, sean productos agrícolas o ganaderos. Por eso que el de
intermediario, mayorista, distribuidor… sigue siendo el oficio más rentable y sin
el esfuerzo de quienes sudan la gota gorda en la huerta o en la granja, sin
arriesgar nada. Por ejemplo, un kilo de mandarinas-clementinas, que en el super
puede costar entre uno o dos euros el kilo, se cotiza en origen a un céntimo, o eso denuncia
un miembro de una asociación valenciana de agricultores tras percibir 150 euros
por trece mil kilos del producto. Otro agricultor, más afortunado, cobró cuatro
céntimos, gracias al compromiso contraído por una cooperativa, pero hace diez
años percibía treinta céntimos por kilo, siendo los costes de producción
infinitamente menores. La solución sería eliminar puentes que se interponen con
el consumidor, pero organizarse no está al alcance de la mayoría minorista.
Solo falta que nos carguemos el campo, lo poco que queda.
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