Un placer, amigos

Es un honor para mi el que visites mi página y espero que descubras algo que pueda interesarte. Además de reproducir los breves artículos de opinión que en días alternos publico en el diario El Progreso de Lugo, sobre variados temas del día a día, también procuro insertar pinceladas de actualidad, de contenido histórico (no al uso) o costumbrista para hacer más amenos los textos, viajes..., aparte de incluir algunos enlaces que pueden ser útiles en determinados momentos. También os invito a seguirme. Un saludo cordial desde la romana y amurallada ciudad de Lugo, la Lucus Augusti, en España.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cuando Hemingway 'estalló' por una caricatura

De todos es sabido que Ernest Hemingway tenía prontos propios de un divo, reacciones y salidas de tono que sin embargo nunca mermaron sus cualidades literarias. Pero uno de sus mayores cabreos en público ocurrió su regreso a La Habana desde Estocolmo donde le había sido entregado el Premio Nobel. Lo cuenta Guillermo Cabrera Infante en Cuerpos Divinos, una obra cuasi autobiográfica que les recomiendo. Al descender del avión en el aeropuerto de la capital cubana, además de respirar tranquilo, porque tenía mucho miedo a volar, fue llevado a una sala en la que había dos banderas, una de Estados Unidos y otra cubana. Con rapidez se acercó a esta última y la beso, cogiendo desprevenidos a algunos de los fotógrafos, quienes le rogaron que repitiese el gesto, a lo que se negó:
--Señores, yo no soy un actor. Este gesto ha sido voluntario, me ha salido del corazón y no puedo ni debo repetirlo.
No lo hizo. Acto seguido le fue ofrecido un almuerzo en el comedor del International Yacht Club, que transcurrió sin incidentes. Hemingway elogió la paella que le sirvieron, rechazando sin embargo el postre. Tras los discursos de rigor, un caricaturista cubano muy famoso, Conrado Massaguer presentó al huésped una caricatura enmarcada. El escritor se había levantado para recibir el regalo, pero no hizo más que ver la caricatura y su sonrisa se hizo una mueca, y al instante la mirada se hizo acción, según relata Cabrera. Dijo una mala palabra en inglés y levantando el cuadro lo estrelló contra la mesa, con tal fuerza que el marco se partió  y el cristal se hizo pedazos. Retociendo el marzo logró extraer el papel con el dibujo, lo hizo añicos, se dirigió a una ventana y los arrojó al exterior. Nadie logró a ver la caricatura, pero él con gran enfadó gritó, en inglés:
--Señores, puedo jurar que nunca he sido tan insultado en mi vida.
Inmediatamente abandonó la sala y se marchó iracundo sin despedirse de nadie, mientras que el autor no sabía qué hacer ni dónde meterse.

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