YA SABEMOS el fruto que dan las cumbres, sean del G-20 o del nabo de Lugo, pero, también hay que decirlo, deben ser de lo poco a lo que las crisis no restan lustre porque siempre son esplendorosas hacia la galería, aunque se entremezclen abrazos y piropos con desconfianzas y solapadas maledicencias. Será por eso que lo más positivo que entresaco de la de Seúl fue el footing de Zapatero, a la par con Cameron, como corriendo sin rumbo o, si se mira de otra manera, huyendo de los chuzos de El Aaiún, que de no neutralizarlos ya se ocupa el defenestrado Moratinos, con o sin permiso de la humillada Trini. Cuando no interesa que salpiquen marrones o compromisos inoportunos, mejor estar lejos, sobre todo si no se saben resolver. Claro que a ZP le es más propio poner pies en polvorosa luciendo la roja que dar lecciones de economía en esos foros, con la insolvencia que le avala, o recetando fuera cómo crear miles de puestos de trabajo sin haber apagado la apisonadora que los tritura en casa.
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