MENOS mal que un ferrolano que reventó la puerta de su vecina porque tenía la música muy alta es excepción; con la de ruidos intolerables que soportan infinidad de comunidades vecinales, todas las bombonas de butano, como la que el protagonista del incidente utilizó de arma arrojadiza, llegarían a poco. No se puede, claro, ir por la vida volando puertas y agrediendo para acallar musicomanías y ciscos inoportunos, pero también es verdad que la exasperación puede ser irreprimible sabiendo que, llegado el caso, pretender que alguien con autoridad intervenga para frenar estrépitos es tan ineficaz como llevar el caso al maestro armero. Ya me entienden: casi nadie de los que debieran da un paso al frente, como es su obligación, para impedir que el inquilino irrespetuoso e insolente deje de dar la vara con sus alborotos, y por eso pasan cosas tan extemporáneas como la surgida en Ferrol. El cabreado estaría hasta el moño de aguantar, y no dudó en hacer lo que nunca debió, pero que acabó haciendo.
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Hace 43 minutos
1 comentario:
Cada día somos más violentos. Como estaría el hombre de la vecina jajaja.
Un abrazo
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