ME PARECE que la idea de Gallardón proponiendo desempolvar las calles de mendigos y sin techo, atendiéndolos, tiene más de guiño idealista que de arrebato reflexivo, porque es pura utopía. Pero merece ser considerada tanto o más que descalificada, porque se aproxima a lo deseable. Ya se sabe que en el político subyace casi siempre su prelación por lo estético antes que por lo ético, aunque en este caso tampoco pueden obviarse razones humanitarias. Que un pequeño porcentaje de desvalidos prefiera la libertad a cualquier otro condicionante, no proscribe el deseo de la mayoría de dormir bajo techo o comer caliente si se les brinda la oportunidad, con lo cual es de mayor gravedad no hacer nada por impedir que los menesterosos permanezcan tirados en las calles que buscarles refugio, aunque sea lo más cómodo y, según algunos, lo más progre. Los vagos y maleantes del franquismo, el símil de los socialistas, iban directamente a la trena y no a centros de acogida. Esa es la diferencia.
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