TRAS LOS abucheos a Zapatero viene la interpretación de las incriminaciones, que cada cual hace según más le conviene, pero todas preocupantes. Es verdad que la rechifla se repite en los últimos años, pero parece que nunca fue tan sonora como la del martes, quizá en consonancia con la situación, más preocupante que otras veces. Evidenciaría un descontento casi masivo por la política del Gobierno, que para justificarla trata de quitar hierro descargando sobre grupúsculos de extrema derecha. En ese caso sería todavía peor; si todos los que participaron en la algarada son radicales, estamos ante un hecho de mayor calado de cara al futuro, porque el incremento de los extremistas, más que por cuestiones ideológicas, significaría que la democracia es incapaz de responder a la demanda de un bienestar que se está extinguiendo. Es verdad también que estos pataleos no suelen resolver los problemas, pero en todo caso deben servir como aldabonazo para adoptar, más que valoraciones, soluciones. Ocultarlos, callarlos…, va a servir de muy poco. ¡Qué ingenuos o que cínicos son algunos gobernantes! Los problemas son para resolver y no para enmascarar.
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