UNA cosa es la defensa del patrimonio arqueológico, que estamos obligados a proteger para que nuestro pasado histórico no se desvanezca, y otra bien diferente es utilizarlo para entorpecer el desarrollo urbanístico o afearlo, que de todo hay. Me refiero a excavaciones que con frecuencia se hacen y que en vez de ser escaparate de restos primitivos, en este caso de la presencia de Roma en Lugo, se convierten en solares marcados por la desidia y el abandono, donde sólo florecen (?) hierbajos y matojos. Quienes paseamos por el adarve de la muralla de Lugo, incluidos, claro, los muchos forasteros que la visitan y disfrutan, somos y son testigos del estado de dejadez en que se mantiene las prospecciones realizadas en algunas áreas contiguas al monumento, Patrimonio de la Humanidad, cubiertas ahora con una indecorosa manta geotextil, lo cual contrasta con agradables zonas de esparcimiento que había habilitado el Ayuntamiento para uso y disfrute ciudadano.
Me consta que no es solamente un caso de Lugo, al que me refiero por cercanía, sino de otros muchos lugares en los que se hacen excavaciones con pasmosa facilidad y que se abandonan en vez de decidir en un periodo prudencial qué se hace con los hallazgos. Para eso mejor es no excavar nada y dejar las cosas como están. Un feísmo que puede evitarse si no hay voluntad de hacer las cosas bien, tal como lo requiere el sentido común.
1 comentario:
La razón te asiste, amigo tribuno, pero, tal como apuntas, así sucede también por otros pagos con igual desidia. Parece como si a las cosas de otro tiempo hubiera que añadirle más tiempo de reposo antes de vislumbrar y documentar su trascendencia.
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