AL EVOCARSE el primer aniversario de la catástrofe sísmica de Haití queda patente que aquel infierno está bastante peor que hace un año. Por saber ni se sabe el número de muertos, pero lo más evidente es que Puerto Príncipe es un montón de escombros pavoroso: sólo se reconstruyó un mercado que sufragó una compañía telefónica. Por no haber no hay ni Gobierno constituido que gestione las potenciales ayudas que se comprometieron. ONU y los de otros países se desentendieron y las ongs andan cada una por su lado, sin que se atisbe una solución global. No se sabe qué dinero salió de su destino, si se dilapidó por el camino o en qué manos está. Millones de dólares evaporados o retenidos, y mientras, más de un millón de personas viven hacinadas en mil campamentos de desplazados, sin otra solución a su alcance que la de rezar, como ellos mismos dicen. Lo peor es que el principio de solidaridad se desinfla; la gente se cansa de contribuir para causas en las que sus donativos casi nunca llegan a su destino.
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Hace 38 minutos
1 comentario:
El sábado día 22 he sido invitado a una conferencia del subdirector de Cáritas-Haití. Ya te contaré, amigo Manuel, qué es lo que explica.
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