Es evidente que con amigos como Gadafi, Aznar no necesita enemigos, y si declarando su lealtad inquebrantable por el líder libio (¿qué le diferencia de Sadam?) pretende agradecerle el pura sangre, mejor que no lo hubiese aceptado. Dicho esto, ahora parece que el ex presidente es el único devoto del excéntrico coronel. Tengo delante fotos de un seráfico y extasiado Zapatero rendido con todo su talante, el de la alianza de civilizaciones, ante el dictador, como inmortalizando una atracción imperecedera, bien en aras del crudo o de la venta de las bombas racimo, como preludio de una atracción fatal. Otra cosa es que a ZP le obliguen quienes mandan y diseñan su política exterior que mire hacia otro lado y reniegue del ahora del sanguinario sátrapa, y no del rico aliado que anteayer sólo recibía tiernos magreos de la legión de tocones que ahora le detesta, casi siempre abriéndose a codazos para legitimar el halago durante las fastuosas cumbres. Al menos se puede ser más discreto para enmascarar el idilio. Pero son así.
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