A la presunción de inocencia tiene derecho todo sospechoso, y nadie es condenado hasta que lo decida un juez, tampoco Teddy Bautista, pero su presunta implicación, con algunos de sus colaboradores, en el desvío o apropiación de fondos reviste quizá más gravedad de lo que parece. El presidente del consejo de dirección de la SGAE no gozaba de general aprecio, y lo primero que ahora piensa el ciudadano es que el dinero del famoso canon, indebidamente cobrado según algún tribunal, pudo también haber sido utilizado en la supuesta usurpación, con lo cual el cabreo de, sobre todo, quienes sufrieron persecución recaudatoria por la sociedad de autores se enfatiza. Claro que arropando al señor Bautista, aspirante a un retiro dorado, había mucha gente, y resulta extraño que alguna más de la ya encartada no supiese algo o no sospechase lo que estaba pasando, ocultándolo. Del desmedido afán recaudatorio sólo se desmarcó Ramoncín, pronunciándose en contra del canon. ¿Qué hizo la ministra de Cultura, por ejemplo?
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