Recuerdo con agrado el agobio que supuso mi visita a la capilla Sixtina. Tampoco lo olvido, por su belleza incomparable |
Las intrigas de los cónclaves de ahora nada tienen que ver con las papales truculencias del pasado. Muchos sucesores de Pedro estuvieron marcados por escándalos, envenenamientos y depravadas actitudes, en el acceso o en el ejercicio del pontificado. En cualquier caso la historia de los papas es apasionante, sugestiva y muy curiosa. Por ejemplo, ahora es impensable un pontífice de 14 años, el más joven de la historia, como lo fue Benedicto IX, cuyo padre, el conde Alberic, compró el trono sobornando a la curia, del que disfrutó en dos períodos, entre 1032 y 1045. O que fuese elegido tres veces, caso de Juan XIX, entre 1024 y 1032, tras abdicar dos veces, una para casarse y otra para vender el sitial a su padrino. Acabaron echándolo. Sergio III fue el padre de Juan XI, y San Anastasio I (399-401), el de San Inocente I (401-417). San Marcelino subió a los altares, sin importar su expulsión por apóstata. Nuestro Alejandro VI, el papa Borgia, también tiene su historia siniestra. Y así unos cuantos.
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