La ministra de Fomento y Feijoo, inaugurando el tramo |
Lo que parecía ser una bendición y el fin de una dificultad para el desahogo vial entre la capital luguesa y el norte de la provincia, y de la cornisa cantábrica en general, se está convirtiendo en una pesadilla con escasos visos de solución, al menos inmediata. Después de años de impaciencia por una obra tan suspirada, la autovía A-8, en su último y recién estrenado tramo entre Abadín y Mondoñedo, más que un servicio es una contrariedad para quienes la transitan en condiciones meteorológicas propias de la zona (niebla, viento, nieve…), selladas por la orografía y la altitud de O Padornelo. Lo sorprendente es que tales obstáculos no debieron pasar desapercibidos para quienes idearon el trazado, o al menos su obligación era saberlo, y sin embargo no se corrigieron. No se trata de una vulgar pista de servicio, sino de una arteria con una gran carga de circulación, en la que se han invertido miles de euros. ¿Para qué sirven los estudios de ingeniería y todos los cálculos que requiere un proyecto de este calado? Cualquier profano con dos dedos de frente lo habría resuelto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario